El grito manso es un libro que se publicó en Argentina en 2003 con
el sello de Siglo XXI y luego en una nueva edición mexicana se publica en 2004,
contiene diez apartados que están organizados de acuerdo al evento y sus
responsables, con ilustraciones que acompañan la reflexión del autor. Paulo Freire
es sin duda uno de los educadores críticos que destacan en el siglo XX y que,
por tal razón, su nombre aún resuena a nivel mundial. El discurso de Freire que
se refleja escrito en el libro es un compendió de sus reflexiones plasmadas
como parte de su aprendizaje y legado al mundo, lo que le costó su exilio y la
cárcel en su país en 1964, teniendo que refugiarse en diferentes países de Latinoamérica,
su lucha se genera a través de la alfabetización de adultos desde su realidad
considerando que el hecho educativo es bidireccional donde aprende quien enseña
y enseña quien aprende.
La práctica educativa es una acción filantrópica que implica un acto de
responsabilidad con el otro, lo entiende al comprender que el necesitaba de los
demás para poder desarrollar su acción pedagógica considerando que no es
posible quedarse inmóvil y esto a través de la lectura del mundo. Consideraba
que somos seres incompletos, inacabados e inconclusos, lo que debe generar la
conciencia del ser, quien entra en un proceso permanente de búsqueda de lo
trascendental, pero una búsqueda con esperanza porque de eso se trata la lucha,
que a partir de nuestro ser histórico hacemos que nuestra existencia no sea
solamente vivir.
Él considera que una de las tareas con mayor gratificación de los
profesores y profesoras es que los estudiantes logren aprender a comprender y
que posteriormente tengan la capacidad de comunicar aquello que han comprendido,
esta comprensión debe partir desde una pedagogía crítica del ser, como seres
curiosos, consientes y críticos, como una práctica basada en la solidaridad,
por tal razón, que la educación es considerada una acción filantrópica. “Sin límites
no hay libertad como tampoco hay autoridad”, es una de las premisas que señala
Freire considerando que los adultos en ocasiones generamos una acción
castradora contra nuestros niños y niñas limitando su curiosidad que es parte
del proceso de aprendizaje y que deberíamos contrario a esto, señalarles los
momentos en que debe preguntar y cuando abstenerse dando valor a su curiosidad.
Identifica los elementos de la educación de la práctica docente desde la
situación educativa que parte de la presencia del educador y los educandos quienes
comparten un espacio pedagógico en el cual, se compromete el proceso de enseñanza
y aprendizaje junto con el comportamiento de los actores educativos, un elemento
que se relaciona con este contexto es el tiempo pedagógico como un servicio a
la producción del saber, pero además, al uso adecuado de ese tiempo dando mayor
valor al comportamiento de los niños y niñas que desbordan sus sentimientos y
emociones en los momentos de recreación al que en algunos casos llamamos currículo
oculto, un tiempo que los docentes a momentos no valoran. Posteriormente trata
un elemento esencial determinado por los contenidos curriculares que parte
desde un criterio académico, un contexto que considera debe estar al alcance de
los intereses de la mayoría del pueblo, que la academia pase a un contexto real
porque en ello se encuentran los objetos cognoscibles.
Un criterio que resalta la obra y que a lo largo de su recorrido
dialéctico es causa de su posición de vida es la relación de la política con la
educación, acentuando de manera categórica que la educación es un acto político,
humanizador y transformador, pero no partidario, porque el educador enfrenta
situaciones de ideales, de la ética que se transmite a través de los sueños,
los proyectos, los valores, las utopías.
También hace mención a las siguientes premisas que suceden como resultado
del comportamiento del educador, el primero se resume en sostener que cambiar
es difícil pero no imposible realzando la posición del educador como ser consiente
de cambio, de tener una mente abierta a las situaciones que surgen, pero más
que todo la voluntad a cambiar, una segunda premisa es aprender a escuchar como
un acto de no discriminación, de aprender a hablar desde el acto de escuchar
sin minimizar ni ridiculizar. Otro aspecto es que el educador tiene que tener es
la convicción de enseñar no como una transferencia de contenidos de su cabeza a
la cabeza de los estudiantes, el verdadero valor es promover la curiosidad y
convertirla en crítica, que produzca un conocimiento colaborativo, aspecto relevante
que implica inventar situaciones creadoras de saberes, generar espacios de
crecimiento y de experiencias para un posición crítica y protagónica del acto
educativo.
Paulo Freire, continua siento una lumbrera para quienes están involucrados en el acto educativo, ya que su legado dialéctico y pragmático no es ajeno a los sucesos coyunturales del mundo, de nuestro país, indudablemente reflexionar sobre nuestra práctica educativa es una acción de conciencia, de revalorizar nuestro rol y de transformación a través de una mente abierta capaz de ver al otro desde el aprendizaje y generar sinergias de vida, de trascendencia y responsabilidad social.
(Puede visitar el siguiente enlace como referencia)
https://latinoamerica21.com/es/a-un-siglo-de-paulo-freire-el-educador-rebelde/