La palabra “crisis” para los japoneses significa
oportunidad ante el peligro y es por eso que buscan beneficios ante situaciones
de dificultad y lo han demostrado en su historia, pero para nosotros los
bolivianos que significa esta palabra, ¿Será que es un problema sin solución?,
¿Una barrera para poder encontrar un equilibrio entre nuestras metas y fracasos?
O ¿Significará lo mismo que para los japoneses?
En este tiempo de emergencia sanitaria por la enfermedad
del COVID 19, una de las actividades que ha encontrado distintas reacciones y
ajustes ha sido la educación, es verdad que la educación en modalidad virtual
no es una novedad, es más la educación a distancia data del siglo XVIII con una
experiencia en EE.UU., sin embargo, la educación actual se ha centrado en lo
físico, lo presencial que se ha sobrevalorado por sobre la modalidad a
distancia o virtual, sin embargo, la cuarentena ha visibilizado con mayor
profundidad las brechas generacionales y al mismo tiempo, los esfuerzos por
ingresar a este escenario se ha convertido en una necesidad y en otros un reto para
poder cumplir con la planificación de las clases en este desgastado sistema
educativo.
¿Por qué hablamos de educación emergente?, la
virtualización del proceso educativo no tendría que ser un complemento ni la acción
taxativa de los procesos formativos, más bien, debería considerarse como una
herramienta de interactividad pedagógica que motive a los usuarios a la
enseñanza y al aprendizaje, pueda retar a cambiar estilos y formas educativas, es
decir, no considerarla como una llanta de auxilio, al contrario, como parte del
motor del automóvil. La capacitación o adiestramiento de educadores en el
ámbito de la educación virtual debe estar ligado a un proceso de formación
progresiva y prospectiva, es decir, no pensar solo en este tiempo de
emergencia, al contrario, repensar el sistema educativo en una modalidad
semipresencial, una combinación de competencias digitales y pedagógicas que
permitan utilizar herramientas interactivas y motivadoras a los educadores y
educandos, disminuya costos de operación administrativa, posibilite el cuidado
de la salud de la sociedad, pero además utilizar la virtualidad como un proceso
tangible de revolución educativa en Bolivia.
Es verdad que se han hecho acuerdos de capacitación, de
consolidación de procesos formativos para educadores lo cual, es bienvenido y
necesario, pero esto es para mantener un sistema, para continuar con un régimen
educativo, podríamos hablar de una educación inclusiva a partir de utilizar
herramientas que no son novedosas pero si oportunas y pertinentes en una “crisis”
u “oportunidad” como la deseemos denominar, el caso es que la educación debe
evolucionar si vale el término y con ello, no solamente el proceso formativo,
también el institucional, el contenido curricular, pero además los propósitos
formativos que se planifiquen en función a las necesidades sociales,
económicas, ambientales entre otros.
No podemos negar u ocultar la calidad de vida que se ha
generado a la naturaleza en nuestra ausencia y quizá el tiempo que se ha podido
compartir con la familia ha permitido conocernos y valorarnos de mejor manera,
pero también es importante valorar el aprendizaje que se ha logrado por varios
educadores al producir material educativo, a utilizar herramientas tecnológicas,
a generar un cambio educativo, es decir, ¿Cuándo termine la emergencia sanitaria
ya no se la utilizará todo aquello que nos ha permitido hacer educación?, es
una de las preguntas que identifico pensando en una educación emergente con
base a los componentes y aprendizajes de esta cuarentena, una oportunidad para
una revolución educativa.